viernes, 4 de febrero de 2022

¡Ay carnaval, carnaval!



Con la llegada de febrero vienen a mi mente aquellas anécdotas que contaban mis padres Inés y Giles.

Ël decía que los chiquillos de su época se divertían echándose talco y agua perfumada (o chisguetes) proveniente de unas botellas con los nombres de “Amor de Colombina” y “Pierrot”.

Mi imaginacióm volaba al pasado.


Qué rico el mambo

Mi madre, en cambio, recordaba las grandes y famosas fiestas organizadas en el parque municipal de Barranco. Ella deslumbraba con un disfraz de hawaiana confeccionado por la abuela Isabel. Muy alegre, nos decía a mi y mi hermana Guadalupe, que llegó a contonearse al ritmo del mambo con la orquesta del mismísimo Dámaso Pérez Prado. Ni más ni menos.

Ella asistía al baile general, el del pueblo. Afuera, en la calle detrás de las rejas, su hermano –el tío Cucho– marcaba su dedo índice en la muñeca, como recordándole que era la hora de retirarse. Mi madres hacía caso omiso y se perdía entre los danzantes. Tenía que disfrutar del jolgorio hasta más no poder. Total, vida solo hay una. Y carnavales también (A.A.V. / Foto: internet).

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